Evolución de las tapas

En el reinado de Alfonso XIII es donde parece ser se encuentra el origen de las tapas. Y es que fue en aquel momento cuando un camarero gaditano las creó sin darse cuenta, colocando una loncha de jamón sobre la copa de vino del monarca para evitar que la arena entrara en ella.

Así fue como un simple gesto pasó a convertirse en una de las señas de identidad de la gastronomía española, en una costumbre que ha hecho que los turistas lleguen al país dispuestos a disfrutar y degustar esa cultura del tapeo que se ha extendido poco a poco en todos los rincones de la geografía. No obstante, es inevitable tener claro que existen ciudades que son auténticos templos de la tapa como sería el caso de León, Granada, Sevilla o Bilbao.

Y es que son varias las razones que han llevado a que esta miniatura culinaria se haya extendido y convertido en un hábito que nos permite disfrutar de una reunión entre amigos alrededor de una mesa y saboreando auténticas exquisiteces: es más barata que un plato, da la posibilidad de acompañar la bebida para que así esta no “caiga” en un estómago vacío, es más ligera…

Patatas fritas, cacahuetes, aceitunas o algunos tacos de embutido fueron en un principio las tapas que se ofrecían con una consumición. Sin embargo, poco a poco, el hecho de que cuando no se ponían los clientes las solicitaran, llevaron a que fuera evolucionando. Así, en la actualidad no sólo nos encontramos con bares y restaurantes especializados y con gran éxito por las que ofrecen sino también con una clara sofisticación de la tapa que hace de ella una auténtica obras de arte.

Los grandes han sido dos de los que más ha contribuido al avance de estos platos gracias a aportaciones tales como tapas de diseño, donde el nitrógeno líquido tiene protagonismo, o a revisiones de recetas más  tradicionales combinándolas con un toque de innovación.